martes, 23 de octubre de 2007

Uno entre tantos

Me llamó la atención el tono que tomaba la luz ese día a través de mi ventana magrebí.
Abajo, entre las plantas del patio comunal, el silencio dormido e imposible de la guardería infantil se abría paso entre las viviendas y los girasoles, transfigurados en antenas de televisión, que gobiernan los balcones y azoteas de todo Marruecos.
La afonía de la mañana se rompía persistentemente por el zumbido de la ciudad y por el fugaz lamento de algún pájaro que, destacando sobre sus compañeros, intentaba ser oído desde sus elevados dominios.
Y entre toda la estática y apagada vida de los girasoles, surgió la jubilosa coreografía de la vetusta bandera que empezó a bailar como si nadie la estuviera viendo, mientras agitaba a su inquilina, símbolo de la vida, la salud y la sabiduría.

Esta fotografía me evocó los azules e infaustos semblantes de los grises pasajeros que inundan los metros del mundo, y que dirigen sus desafiantes miradas hacia esa extraordinaria y anónima carcajada al fondo del vagón, recordándoles su actual estado de desdicha vital. Ríanse por favor.

viernes, 19 de octubre de 2007

Uno más



Atraídos por las proteínas que contiene nuestra sangre, una noche más el mosquito corta con guillotina el oscuro descanso, rozando mi oreja a una velocidad digna de cronometrar.
Somnoliento y con mi vieja chancla como única arma, me dispongo a dar caza, una vez más, a este incómodo díptero. Con el silencio como extraordinario compañero de ojeo noctámbulo, hago una primera batida en el blanco océano cuadrado de mi cuarto.
Una vez localizado el objetivo, buscado el mejor posicionamiento para el ataque y haber sido elegida la técnica precisa para su captura, al sujeto le ha sido imposible realizar la ágil reacción que le hubiera evitado descender al Averno siguiendo los pasos de Eneas. ¡Zas!
Esta vez ha sido un trabajo rápido aunque no tan limpio. El cadáver ensangrentado queda varado entre las calmosas y blancas olas circundado por su color bermellón, y aunque en mucha menor medida, a semejanza de las cruentas cacerías de los barcos balleneros japoneses.
Sin ninguna mala conciencia susurrándome al oído, me siento de nuevo en la cama, bebo un poco de agua y apago la luz, esperando que las 2.500 especies de mosquitos existentes en todo el mundo no hayan visionado "V de vendetta".