lunes, 29 de septiembre de 2008

Momo




Y de dejar de hacer viven algunos hace mucho, mucho tiempo. Se perpetúan en el puesto sin recordar los momentos entre un día y otro, sentados en su silla, en su casilla. Y todo toma un tono áspero y grisáceo, el mismo que se refleja al observar el paso de los años, uno encima de otro, delante de la misma mesa antigua de caoba. De colores falsos se barnizan sus miradas alrededor de su pequeña patria de so(m)bra conocida. Apenas recuerdan cómo llegaron aquí. No sé cuál es su función en este lugar. Quejas de no hacer doblan las esquinas de los largos y fríos pasillos. Una isla lejana que divisa el ruido de carreras de caballos al otro lado del mar urbano mientras miles de veloces barcos de colores navegan con piloto automático. Y el año que viene todo seguirá igual, apenas surgirán cambios, quizás el pomo de la puerta estará algo más gastado. El tono del teléfono seguirá sonando antiguo y lejano mientras que el tiempo, sentado a tu lado, te susurrará que él ya no retorna. Como en la película "The Cube", la estructura ya es demasiado hermética para divisar las posibles grietas. Y de dejar de hacer viven muchos hace tiempo.