jueves, 24 de diciembre de 2009

Andrew Bird


Un tipo que introduce la palabra "palíndromo" en sus letras merece un respeto o como mínimo una original curiosidad. Sólo, delgado y simpático se presentó el de Illinois ante el público madrileño con todos sus sonoros juguetes a cuestas. En calcetines y ayudado de una extensa pedalera, deleitó durante 14 canciones a toda la platea que había agotado las entradas días antes. Un augusto silencio reinó en la sala durante todo el recital embaucador de sueños sonoros e imaginaciones escondidas en cada uno de los instrumentos que acarició.

Nuevos y bellos regalos repartió tales como "Oh no", "Masterswarm" o "Effigy", sin olvidarse de viejas joyas como "I" o "Imitosis", terminando con Dylan y una larga versión de su bella y somnolienta "Weather Systems". Virtuoso del violín y autoproclamado silbador profesional, imitó a aquel flautista de los Hermanos Grimm dejando sonar el firme y cálido silbido que podría haber utilizado como cebo para guiarnos calle abajo, llenando una y otra vez todas las salas de las ciudades incluídas en su gira. No dudaría ni un segundo en seguirle.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Bar Manolo


Dejando de lado los bares sometidos a los gritos comunes, a humos procaces, se erige un castillo medieval en el punto de inflexión de la montaña urbana. Ese castillo, denominado vulgarmente "Bar Manolo. Desayunos y Comida Casera", continúa tranquilo su andadura en la restauración madrileña.
Allí las escenas costumbristas perdidas en el tiempo destacan para el que sabe mirar con los oídos. La mirada iracunda del perro a su dueño y que sentado obedientemente no le quita ojo, el señor apostillado en la barra con su quinto vermut de la tarde, la mujer despechada que opina de todo, el propietario dicharachero cortando el jamón, la cesta con los calendarios gratuitos de desnudos masculinos y femeninos reflejan sencillamente la imagen del "Bar Manolo", el verdadero Ministerio de la Igualdad, la Libertad y la Fraternidad.