lunes, 24 de enero de 2011

Tiempo de reverberación


...y finalmente se dieron cuenta que no tenían por qué acudir más a ningún templo a escuchar a nadie hablando en nombre de nadie...

El escrutador gorgojeo de la aguja

Terminó de decorar la cassette, marca "Bash 90 Chrome Extra II" que contenía un variado repertorio de viejas bandas de rock and roll, con el esmero y la pulcritud que ponía siempre en las pequeñas cosas. A estos momentos los llamaba "reducidos momentos de felicidad alterna". Cada vez que observaba la cinta se fijaba en los finos y detallados trazos realizados en ella mientras escudriñaba una redonda sonrisa como la honda expansiva de una piedra tirada al mar.

Todas sus cintas formaban un ejército musical, bien reclutado y dispuesto a actuar.

Los cedés se alineaban unos encima de otros. Formaban torres de babel coloridas y de alturas casi cenitales que le rodeaban y protegían mientras él disfrutaba con el crepitar de la aguja al comenzar su idilio con un nuevo vinilo.

jueves, 20 de enero de 2011

La lenta conversación con la muerte


El humo del tabaco siempre consiguió animarla para seguir viviendo una noche más, mientras sus pulmones cruzaban el umbral y la enterraban en vida dentro de aquella casa de blancos muros rotos y ruinosa mezquindad.

lunes, 10 de enero de 2011

La anónima altura del ruido


Creo recordar que el billete no superaba los 50 euros de ahí lo del apellido low cost. Este bajo coste efectivamente salpica a todos los aspectos del trayecto. Aerolíneas como Easyjet y RyanAir cumplen todos los requisitos.

Con destino a Fuerteventura, sentado con un libro en las manos y con 3 horas y media por delante, comienza el show.

Apenas las patas del pájaro dejaban de tocar tierra y agitaban sus alas grises en busca de la altura ideal, comienza la primera ráfaga publicitaria del vuelo. Desde comida envasada, bebidas varias, pitillos de nicotina electrónica, sorteos, tiempo de vuelo, presentación del comandante y las azafatas, escapatorias al desastre (sin) futuro (si es que alguna vez existió alguna) y un sin fin de mensajes inútiles y vociferantes que machacan los taponados oídos de los arrendatarios de las butacas volantes.

Sin mediar descanso alguno, del altavoz rezuma: ...les habla la azafata Vane que con la ayuda de Paqui y Conchi seremos sus azafatas en este vuelo y estaremos a su disposición para todo aquello que necesiten...

Dejando caer los ojos por primera vez en el libro…¡zas!..."en breves momentos pasaremos para que puedan degustar nuestras deliciosas tartas de manzana, de queso, de .... y nuestras diferentes bebidas blablabla..."

Breve silencio.

”Les recuerdo que en breves instantes pasaremos para ofrecerles los cartones del sorteo de hoy y del que un euro de cada compra irá destinado a la Fundación Fulanito Pérez...(menos mal que podemos vivir de tí)”….blablabla…

Por si fuera poco y por si algún viajero es del extrarradio repiten los mensajitos en inglés y en el idioma del país de destino. Guau. Great. International Service.

Y mediando con la cruz del ruido continuo, en ese mismo avión iban 10 chavalas de despedida de soltera, fíjate tú qué originales, con la consiguiente alegría de ver cómo su amiguísima de toda la vida, la Pili, iba a pasar por el altar con el pájaro carpintero de su novio, el de toda la vida, el Josua, aguántame la vara. Pues sí, las 10 pedorras tomaron el avión como si estuviera incluído en la despedida y de pie, moviéndose de un lado a otro, con las consiguientes copas en la mano, gritos varios y guirnaldas ridículas en su cabeza vislumbraba ya la narración a su vuelta de la peripecia..."pues sí tía la despedida fue una pasada, empezamos a beber en el avión y no paramos hasta que volvimos a Barajas … qué guay tía…jijijaja, comentaba con una amiga ya en Madrid”. La amiga: Joder, qué envidia, qué pena no haber podido ir. Pena Penísima. Pena.

Pues sí así trascurrió el viaje no sin que las tres gaviotas surcamares de las azafatas no sólo no llamaran la atención al personal y lo corrigieran sino que se unieran a la fiesta junto al tontolaba del comandante Eustaquio haciendo gracietas por el micrófono, deseando y gritando felicidad a pleno pulmón para la Pili, futura y eternísima esposa del Josua. Tela marinera, qué modernos sois. Menos mal que pude aminorar esta juerga de imbéciles de altos vuelos con unos tapones que siempre llevo encima para prevenirme de estos casos de agilipollamiento general, no sin antes girar mi cabeza y ver al otro lado del pasillo a uno de los míos: una extranjera con las manos en los oídos, los ojos cerrados por la angustia, un libro en su falda y apoyando la cabeza en su asiento delantero con resignada postura ante semejante evento lúdico mientras pensaba por qué debía soportar todo este tiovivo.

Y alguno dirá que vuele con otra compañía, claro, pero no creo que pagar un módico precio por un vuelo conlleve el que tengan varios clientes que asumir gratuítamente la molestia de una panda de pájaras de tres al cuarto junto con la connivencia de la compañía de turno. La responsabilidad previa y obviamente es de las compañías que no aplican unas normas básicas de educación y convivencia, ya que está visto que la manada no tuvo nunca un pastor.

A punto estuve, como en otras ocasiones, de hablar con las azafatas sobre la juerga allí montada, aunque conociéndome posiblemente pudiera haber terminado ciscándome en los muertos de la Pili, de la azafata o del mameluco del comandante in charge del avión, secuestrarlo, y estrellarlo contra el mar mientras salto en paracaídas, pero eso sólo lo hace el denostado Nicolas Cage o Bruce Willis, nos ha jodío, con Hollywood hemos topado.

Por lo visto el eterno y sempiterno ruido humano no tiene mal de altura.

jueves, 6 de enero de 2011

Un día bajo el mar de piedra



Un día corriente en el eficiente suburbano de Madrid. Leo para matar las paradas. Escucho música para aislarme del mundo subterráneo. A mi lado dos sitios libres. Una pareja que sobrepasa los 60 años y una joven negra con su amiga se acercan para disputarse los asientos. Por cercanía llega antes la pareja madura. Se sientan despacio y de forma directa. La joven, en voz alta dice a su amiga: "joder, siéntense, siéntense...cómo se las gastan tus paisanos...", un aire de desprecio baña sus palabras así como sus miradas hacia los ganadores. De nuevo repite más o menos los mismos exabruptos. La pareja sexagenaria, con la cabeza gacha, hace oídos sordos. Por alusiones, retiro mis ojos del libro y miro fijamente a la joven vociferante, intentando decirle que no tiene razón, que cierre su maleducado pico y que asista de nuevo al colegio del respeto y la educación, si alguna vez asistió a alguno. Como era de preveer, la comprensión del sutíl gesto visual fue imposible. Si una persona no puede entender una mirada, difícilmente va a poder entender una larga explicación. Sigo leyendo. La joven soez con botas de dartacañera, tan en boga en estos tiempos, y su amiga la Paqui continúan hablando y dándose la razón mutuamente a golpe de zafias palabras sobre un asunto del cuñado gilipollas de esta última, fíjate tía.
Una parada más tarde, se quedan libres los asientos de enfrente a los de la pareja y el mío. Las dos horteras, se sientan en ellos y la negra elije premeditadamente no sentarse en frente del señor ganador del premio, y sí en el que está en frente del mío. De nuevo, una o dos paradas más tarde, tanto la pareja muda de señores como el dúo de pájaras de bajos vuelos se levantan y coinciden en su salida del vagón. Ya ves.

lunes, 3 de enero de 2011

El sabor de lo natural



Ella se sentía a gusto en los bares, el rythm ´n blues mecía sus noches y aireaba su falda. Allá en los años 50 aparcaba su mente durante no cortos momentos de ensimismamiento, y a menudo, su desgarbado tupé delataba sus viajes. Ella fumaba de manera habitual y sus caladas tenían un sabor natural o al menos eso decía su cajetilla.