lunes, 11 de julio de 2011

El primer sollozo


Mientras lloran oblicuamente los ángeles sobre la ciudad de Madrid, las palomas mantienen su vuelo a pesar de las grandes lágrimas afiladas que las alcanzan como ráfagas de metralla. El nasciturus apesadumbrado de haber llegado por fin al mundo, estalla de rabia y solloza incombustiblemente por su separación de la fosa abisal en la que ha permanecido desde siempre. Ya, recién salido del vagón de primera y en una carretera de único sentido, empieza a morir hasta conseguir el descanso en otra fosa, esta ya, sin posilidad alguna de escapatoria.