jueves, 20 de diciembre de 2007

Mentira ciega




El sonido mecánico de las teclas electrónicas continúa sonando constantemente desde el comienzo de la llamada revolución tecnológica. Los folios únicamente son ya el almuerzo para las máquinas de las infinitas empresas que imperan y que se suponen que hacen girar este mundo. El eco mundial de los árboles que caen incesantemente sigue resonando indiferentemente en los oídos sordos del planeta.
La tinta ya no dibuja tus pensamientos y tus pensamientos pierden el sentido de la vista. ¿Cuando vamos a parar el tiempo?, ¿Cuando vamos a esconder el apremio?, ¿Cuando nos vamos a mirar profundamente a los ojos?, ¿Cuándo me vas a apretar la mano?, ¿Cuándo vamos a abrazarnos en el aire?, ¿Cuándo vamos a contar los silencios juntos?, ¿Cuándo nos vamos a olvidar del mundo?, ¿Cuándo vamos a amordazar el ruido?
Y entre tantas preguntas, los bosques lloran lágrimas de savia mientras en las tiendas se agota el último mueble de ikea.
Ya no se venden bolígrafos. Buzones vacíos hambrientos de sueños.

Cuanto deseo de mentira ciega.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

كسكس

Rabat. Reservamos, lo venimos haciendo en los últimos meses, no queremos riesgos. Desde marzo cada viernes ha sido un placer, un color alegre, un premio merecido al final de la jornada laboral.
Siempre en el mismo sitio, al aire libre, escuchando algún que otro tren que arrancaba de la “gare” coincidiendo con el rugido del arranque de nuestras cucharas que se hundían en el manjar perdiéndose entre los cientos de sémolas defendidas, en primera línea, por las verduras correspondientes.

El comando, normalmente compuesto por Oscar, el capo, el profesor bacterio y el asesino a sueldo, asumimos la misión de coronar la montaña culinaria con el menor número de bajas posible ante el siempre agradable camposanto con forma de siesta.
Poniendo el grito en el cielo, la patrona reparte sus enfados así como sus manjares, al personal a su cargo con su vigorosa y decidida lengua árabe, para luego obsequiarnos con una sonrisa y un ¿ça va?

Cuscús: llamado antiguamente alcuzcuz (del árabe كسكس kuskus) es un plato tradicional de Marruecos hecho a base de sémola de trigo.

martes, 23 de octubre de 2007

Uno entre tantos

Me llamó la atención el tono que tomaba la luz ese día a través de mi ventana magrebí.
Abajo, entre las plantas del patio comunal, el silencio dormido e imposible de la guardería infantil se abría paso entre las viviendas y los girasoles, transfigurados en antenas de televisión, que gobiernan los balcones y azoteas de todo Marruecos.
La afonía de la mañana se rompía persistentemente por el zumbido de la ciudad y por el fugaz lamento de algún pájaro que, destacando sobre sus compañeros, intentaba ser oído desde sus elevados dominios.
Y entre toda la estática y apagada vida de los girasoles, surgió la jubilosa coreografía de la vetusta bandera que empezó a bailar como si nadie la estuviera viendo, mientras agitaba a su inquilina, símbolo de la vida, la salud y la sabiduría.

Esta fotografía me evocó los azules e infaustos semblantes de los grises pasajeros que inundan los metros del mundo, y que dirigen sus desafiantes miradas hacia esa extraordinaria y anónima carcajada al fondo del vagón, recordándoles su actual estado de desdicha vital. Ríanse por favor.

viernes, 19 de octubre de 2007

Uno más



Atraídos por las proteínas que contiene nuestra sangre, una noche más el mosquito corta con guillotina el oscuro descanso, rozando mi oreja a una velocidad digna de cronometrar.
Somnoliento y con mi vieja chancla como única arma, me dispongo a dar caza, una vez más, a este incómodo díptero. Con el silencio como extraordinario compañero de ojeo noctámbulo, hago una primera batida en el blanco océano cuadrado de mi cuarto.
Una vez localizado el objetivo, buscado el mejor posicionamiento para el ataque y haber sido elegida la técnica precisa para su captura, al sujeto le ha sido imposible realizar la ágil reacción que le hubiera evitado descender al Averno siguiendo los pasos de Eneas. ¡Zas!
Esta vez ha sido un trabajo rápido aunque no tan limpio. El cadáver ensangrentado queda varado entre las calmosas y blancas olas circundado por su color bermellón, y aunque en mucha menor medida, a semejanza de las cruentas cacerías de los barcos balleneros japoneses.
Sin ninguna mala conciencia susurrándome al oído, me siento de nuevo en la cama, bebo un poco de agua y apago la luz, esperando que las 2.500 especies de mosquitos existentes en todo el mundo no hayan visionado "V de vendetta".