miércoles, 14 de septiembre de 2011

La princesa de los corales


Allí estaba, sentada parsimoniosa y quieta, con su biquini azul, una pierna sobre la otra, como si supiese más cosas de las que son propias de su edad. Sus labios se movían balanceados por el ritmo de la lectura que realizaba al frescor de la lata de sardinas abierta al mundo.
El resto de sus semejantes se distraían, entre gritos, con sus tempranos universos particulares mientras ella leía Princesa de los corales. Si el frescor hubiera provenido del mar, la fotografía hubiera sido perfecta. Era la única esperanza en 100 piscinas a la redonda.

La corrosión del carácter

El peso de la inacción es sutil y el crescendo musical avanza sigilosamente como los helicópteros estadounidenses en la noche objetivo matar a Osama. No se entera nadie, pero ahí está/n. Voy a leerme el país a ver que dice Fulanito de….(17.02). Voy a bajar a fumar, ¿alguien se viene?... (16.41). El contador de pitis está que hecha humo. El contador de incongruencias, absurdos, (indi)gestión, personal, decencia, rigor, vergüenza y profesionalidad ha explotado ya en mil pedazos. Qué visión. Qué calma. Qué teatro. Qué enquistamiento. Qué función. Qué manera de secar la tierra, de desaprovechar el agua y los utensilios de labranza. Qué manera de hipotecar el campo. Qué desfachatez. . Qué absurdo panorama envenenado de silencio. Qué idus de marzo. Qué manera de corroer el carácter.