viernes, 19 de octubre de 2007

Uno más



Atraídos por las proteínas que contiene nuestra sangre, una noche más el mosquito corta con guillotina el oscuro descanso, rozando mi oreja a una velocidad digna de cronometrar.
Somnoliento y con mi vieja chancla como única arma, me dispongo a dar caza, una vez más, a este incómodo díptero. Con el silencio como extraordinario compañero de ojeo noctámbulo, hago una primera batida en el blanco océano cuadrado de mi cuarto.
Una vez localizado el objetivo, buscado el mejor posicionamiento para el ataque y haber sido elegida la técnica precisa para su captura, al sujeto le ha sido imposible realizar la ágil reacción que le hubiera evitado descender al Averno siguiendo los pasos de Eneas. ¡Zas!
Esta vez ha sido un trabajo rápido aunque no tan limpio. El cadáver ensangrentado queda varado entre las calmosas y blancas olas circundado por su color bermellón, y aunque en mucha menor medida, a semejanza de las cruentas cacerías de los barcos balleneros japoneses.
Sin ninguna mala conciencia susurrándome al oído, me siento de nuevo en la cama, bebo un poco de agua y apago la luz, esperando que las 2.500 especies de mosquitos existentes en todo el mundo no hayan visionado "V de vendetta".

1 comentario:

Ame Fureba dijo...

Yo debo pertenecer a una de esas 2.500 especies porque no he visto (todavía) V de Vendeta. En cualquier caso, me siento ofendido por la comparación del holocausto mosquitero con las carnicerías de los balleneros japoneses: ya sabemos que lo hacen con fines científicos, mientras que tú lo haces con fines estéticos: utilizas al mosquito como pincel de tu propia sangre para decorar la pared a lo Cy Twombly.