sábado, 27 de diciembre de 2008

Húmame



La música tiene, entre otras cualidades, la capacidad de aislarte del entorno mientras pones banda sonora a la escena que tienes delante tuyo. El otro día, en una cafetería cualquiera de Madrid, mi ipod me ayudaba a escapar de la inapetente conversación procedente de tres ejecutivos de corbata en pecho, que aportaban a su vez, sus particulares y amables humos al conjunto del establecimiento.

En la barra, otra mujer fabricaba mediante una pertrechada ingeniería manual su particular humo tangible y que consumió nada más acabar su proyecto. El ejecutivo enciende otro humo. Gracias.
Sus otros dos colegas imitan a este primero y sacan sus respectivos humos, esta vez empaquetados. Viéndoles gesticular intento conjugar sus gestos al ritmo de la música. Dudo cual de las dos funciones es la principal, si la de hablar o la de fumar.

La humareda que deambula por toda la cafetería suena de fondo en una desastrosa armonía mientras llevo a cabo mi primer estornudo alérgico del día. Gracias por desentumecer mis fosas nasales, ejecutivos de nicotilla.

Recién llegado de Paris, la diferencia resulta abrumadora como de costumbre. Más de un año y medio lleva impuesta la prohibición de fumar en los establecimientos públicos franceses. A chupar el palito canceroso a la calle, monsieur. Igualmente se respeta en Irlanda y hasta en Italia. Pero ¿por qué deberíamos nosotros de imitar una medida tan civilizada?, ¿para qué cambiar? se preguntarán algunos. ¿Para qué evolucionar? me pregunto yo.

Aquí, como siempre, la ridícula y supuesta competencia de nuestros gobernantes de tres al cuarto hace mella una vez más en la ley, dejando a los propietarios de los locales que sean ellos los que decidan sobre esta medida. ¡Toma ya!, ¡qué demócratas somos! Aún sabiendo de antemano la solución no les abruma su grandilocuente estulticia.
"En este bar se puede fumar" rezan los carteles a las puertas de los bares, aguántame la vara. "Fumar puede matar" rezuman los paquetes cigarreros, cuando en toda Europa se lee "Fumar mata". Estúpida insensatez. ¡Qué aburrimiento de pais, qué sempiterna mediocridad! ¿Por qué hacer las cosas bien cuando se pueden hacer mal? Así nos va.

A la vuelta de la esquina me espera una exposición de escultura de un amigo a la cual llegaré ahogado pero guiado, menos mal, por las notas que siguen sonando en mi universo musical.
Tu derecho a fumar alcanza hasta donde llega mi derecho a respirar.

pd: Totalmente de acuerdo con Nietzche: "El mundo sin música sería un error". "El mundo sin humo sería mejor". También.

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