viernes, 5 de diciembre de 2008

Huracán



Y el huracán del Este se trasladó sutílmente hasta la península ibérica y de manera sucinta se instaló en el jardín botánico durante un breve período de tiempo. Este, quedó devastado y compungido ante tan hermosa fuerza de la naturaleza. Árboles centenarios se arrodillaron, los bonsais se infligieron el ancestral "seppuku" para dignificar su marcha, mientras sus ramas y hojas se vencían a pesar de ser sustentados por la técnica del alambrado.

Toda resistencia parecía inútil ante tanta lozanía arrebatadora de historias ligeras de amor. Las luces se apagaban a su paso como si una bola de fuego surgida de lo más hondo de la tierra pudiera por sí sola abrigar toda la ciudad. Los semáforos reverenciaban su paso, los coches quedaban mudos y nada se oía en la ciudad. La mediocridad doblaba las esquinas huyendo de tan poderosa luz cegadora. La envidia, perpleja ante el espectáculo, sólo podía callar y mentalmente dar rienda suelta a sus complejos.
Y así como vino se fue dejando un rastro de radiantes pisadas que, a los pocos segundos, se transformaban en pequeñas flores de colores.

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