lunes, 10 de enero de 2011

La anónima altura del ruido


Creo recordar que el billete no superaba los 50 euros de ahí lo del apellido low cost. Este bajo coste efectivamente salpica a todos los aspectos del trayecto. Aerolíneas como Easyjet y RyanAir cumplen todos los requisitos.

Con destino a Fuerteventura, sentado con un libro en las manos y con 3 horas y media por delante, comienza el show.

Apenas las patas del pájaro dejaban de tocar tierra y agitaban sus alas grises en busca de la altura ideal, comienza la primera ráfaga publicitaria del vuelo. Desde comida envasada, bebidas varias, pitillos de nicotina electrónica, sorteos, tiempo de vuelo, presentación del comandante y las azafatas, escapatorias al desastre (sin) futuro (si es que alguna vez existió alguna) y un sin fin de mensajes inútiles y vociferantes que machacan los taponados oídos de los arrendatarios de las butacas volantes.

Sin mediar descanso alguno, del altavoz rezuma: ...les habla la azafata Vane que con la ayuda de Paqui y Conchi seremos sus azafatas en este vuelo y estaremos a su disposición para todo aquello que necesiten...

Dejando caer los ojos por primera vez en el libro…¡zas!..."en breves momentos pasaremos para que puedan degustar nuestras deliciosas tartas de manzana, de queso, de .... y nuestras diferentes bebidas blablabla..."

Breve silencio.

”Les recuerdo que en breves instantes pasaremos para ofrecerles los cartones del sorteo de hoy y del que un euro de cada compra irá destinado a la Fundación Fulanito Pérez...(menos mal que podemos vivir de tí)”….blablabla…

Por si fuera poco y por si algún viajero es del extrarradio repiten los mensajitos en inglés y en el idioma del país de destino. Guau. Great. International Service.

Y mediando con la cruz del ruido continuo, en ese mismo avión iban 10 chavalas de despedida de soltera, fíjate tú qué originales, con la consiguiente alegría de ver cómo su amiguísima de toda la vida, la Pili, iba a pasar por el altar con el pájaro carpintero de su novio, el de toda la vida, el Josua, aguántame la vara. Pues sí, las 10 pedorras tomaron el avión como si estuviera incluído en la despedida y de pie, moviéndose de un lado a otro, con las consiguientes copas en la mano, gritos varios y guirnaldas ridículas en su cabeza vislumbraba ya la narración a su vuelta de la peripecia..."pues sí tía la despedida fue una pasada, empezamos a beber en el avión y no paramos hasta que volvimos a Barajas … qué guay tía…jijijaja, comentaba con una amiga ya en Madrid”. La amiga: Joder, qué envidia, qué pena no haber podido ir. Pena Penísima. Pena.

Pues sí así trascurrió el viaje no sin que las tres gaviotas surcamares de las azafatas no sólo no llamaran la atención al personal y lo corrigieran sino que se unieran a la fiesta junto al tontolaba del comandante Eustaquio haciendo gracietas por el micrófono, deseando y gritando felicidad a pleno pulmón para la Pili, futura y eternísima esposa del Josua. Tela marinera, qué modernos sois. Menos mal que pude aminorar esta juerga de imbéciles de altos vuelos con unos tapones que siempre llevo encima para prevenirme de estos casos de agilipollamiento general, no sin antes girar mi cabeza y ver al otro lado del pasillo a uno de los míos: una extranjera con las manos en los oídos, los ojos cerrados por la angustia, un libro en su falda y apoyando la cabeza en su asiento delantero con resignada postura ante semejante evento lúdico mientras pensaba por qué debía soportar todo este tiovivo.

Y alguno dirá que vuele con otra compañía, claro, pero no creo que pagar un módico precio por un vuelo conlleve el que tengan varios clientes que asumir gratuítamente la molestia de una panda de pájaras de tres al cuarto junto con la connivencia de la compañía de turno. La responsabilidad previa y obviamente es de las compañías que no aplican unas normas básicas de educación y convivencia, ya que está visto que la manada no tuvo nunca un pastor.

A punto estuve, como en otras ocasiones, de hablar con las azafatas sobre la juerga allí montada, aunque conociéndome posiblemente pudiera haber terminado ciscándome en los muertos de la Pili, de la azafata o del mameluco del comandante in charge del avión, secuestrarlo, y estrellarlo contra el mar mientras salto en paracaídas, pero eso sólo lo hace el denostado Nicolas Cage o Bruce Willis, nos ha jodío, con Hollywood hemos topado.

Por lo visto el eterno y sempiterno ruido humano no tiene mal de altura.

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